Etimológicamente la palabra emoción viene del latín emotio, emotionis, nombre que se deriva del verbo emovere. Este verbo se forma sobre movere (mover, trasladar, impresionar) con el prefijo e-/ex- (de, desde) y significa retirar, desalojar de un sitio, hacer mover. Es por eso que una emoción nos saca de nuestro estado habitual.
Los momentos más interesantes para entender el poder de las emociones en nuestra vida mental son aquellos en los que nos vemos inmersos en acciones pasionales de las que más tarde, una vez que el mar vuelve a la calma, nos arrepentimos.
¿Cómo podemos volvernos irracionales con tanta facilidad?
No hace mucho tiempo que la ciencia ha descubierto el papel esencial de la amígdala cuando los sentimientos impulsivos desbordan la razón. Una de las funciones de la amígdala consiste en escudriñar las percepciones en busca de alguna clase de amenaza.
De este modo, la amígdala se convierte en un importante vigía de la vida mental, una especie de centinela psicológico que afronta toda situación, toda percepción, considerando una única pregunta: ¿Es algo que me pueda herir?; ¿Algo que odio?; ¿A lo que temo?
En caso, afirmativo, la amígdala actuará al momento poniendo en funcionamiento todos sus recursos neurales y telegrafiando un mensaje urgente a todas las regiones del cerebro. Es como un servicio de vigilancia dispuesto a llamar a los bomberos, la policía y los vecinos ante cualquier señal de alarma.
Ledoux, descubrió el papel protagonista que desempeña la amígdala en la dinámica cerebral como una especia de centinela emocional capaz de secuestrar al cerebro. Esta investigación demostró que las señales sensoriales de los ojos u oídos pasan por el tálamo y amígdala que en milisegundos los envía al neocortex. Esto permite que la amígdala comience a responder en una situación antes que el neocortex. Este circuito explicaría el gran poder de las emociones para desbancar a la razón. Tomando esto como referencia, las emociones son fundamentalmente adaptativas.
Y además, los seres humanos necesitan aprender a regular sus emociones. Las emociones regulan el funcionamiento mental, organizando tanto el pensamiento como la acción.
Las emociones establecen las metas que nos son prioritarias y nos organizan para llevar acabo ciertas acciones concretas (Fridja,1986). Es decir, las emociones establecen las metas hacia las que se dirigen las cogniciones y las acciones, lo que convierte al afecto en un determinante crucial de la conducta humana.
Las emociones constituyen entonces las estructuras que guían nuestras vidas, especialmente en nuestras relaciones con los demás. Las cogniciones surgen para resolver el problema sobre cómo alcanzar la meta establecida por las emociones que emerge de la necesidad de contacto, o del deseo de alcanzar el bienestar, la necesidad de establecer las distancias.
Los desarrollos recientes en neurociencia sugieren que la secuencia de procesamiento que producen las reacciones emocionales se da bastante antes que el procesamiento emocional.
Los estímulos llegan como información de entrada a las áreas subcorticales del cerebro que están relacionadas con la emoción.(la amígdala y el tálamo) antes de construir la información en el Neocortex.
Ledoux (1993) decía este procesamiento inicial precognitivo resulta altamente adaptativo, ya que capacita para poder responder con rapidez ante hechos que no son importantes, sin tener que esperar a que se dé un procesamiento más complejo que necesitaría de un mayor tiempo de procesamiento.
El cerebro, preconsciente, valora rápidamente las situaciones como, extrañas o peligrosas y establece las alarmas efectivas que dirigirán la cognición para identificar aquello que no nos es familiar, evaluar el peligro y planificar la acción.
Los centros emocionales del cerebro reciben y procesan la información de entrada antes de que lo hagan los centros responsables de la toma de decisiones y planificación, para el momento en que procesan esta misma información, ya han sido orientados de un modo concreto a partir de la información que aportan los centros
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